Captura de pantalla 2025-04-03 212822

La poetisa colombiana Amparo Calvo Ocampo nos deja ver a través de su obra un hermoso resurgir luego de muchos años de encierro, tras la muerte temprana de su hijo Héctor Fabio y el asesinato de su otro descendiente, el también poeta Andrés Felipe Llano Calvo.

Amparo rinde homenaje a los 20 indígenas de Caloto danzando con su canto en aquel lugar de ritual muisca para hermanar pueblos y lugares.

Nos habla con musicalidad de la heroicidad de Camilo Torres Restrepo, de su hermano Jairo (Ernesto) asesinado, de aquellos muchachos y muchachas que quisieron cambiar el mundo en los 60, 70 y 80, a esos que caminaban por trochas con el morral al hombro en busca de sueños.

La autora: Amparo Calvo Ocampo

Nací en Pereira, 1944.  Corrían los años 80  cuando me inscribí en la Cámara de Comercio para un recital de poetas risaraldenses y fue en ese momento que la paloma en su raudo vuelo enarboló mis primeros versos. Unos años después me puse en contac – to con la escuela de Museo Rayo en Roldanillo donde el maestro Omar Rayo y su esposa Águeda Pizarro,  preparaban  a un grupo de mujeres poetas colombianas con toda la magia de la poesía. Esa fue una gran motiva – ción para escribir la mayor parte de mis poemas. También en Cartago, la ciudad donde resido, se preparaban para un encuen – tro  a nivel nacional. Allí llegaron poetas, pintores y artesanos de diferen – tes partes del país con sus metáforas y los paisajes de su yo existencial, mien – tras los otros artistas plasmaban en sus lienzos las convulsiones de nuestra guerra. Allí también incursionaron los artesanos con su tallaje geométrico haciéndome admirar más el arte precolombino.